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25 de Enero de 2004
Sociedad
Suerte negra

Asturias corre el riesgo de perder la artesanía del azabache, madera fosilizada de origen jurásico a la que se le atribuyen poderes mágicos y protectores, RUBÉN ESPINIELLA/GIJÓN

Su intenso color negro y su relativa escasez le otorgaron hace miles de años el carácter de piedra mágica y protectora. Tanto es así que hasta Aristóteles, Dioscórides, Plinio o San Isidoro alabaron unas virtudes cuyas consideraciones han perdurado a lo largo del tiempo. Y es que el azabache -fósil jurásico fuertemente ligado a Asturias- ha alimentado la espiritualidad de los peregrinos de toda clase y condición, ha protegido a cuantos quisieron alejar de sí supuestos males de ojo y ha vestido de gala a cuantas mujeres se han visto seducidas por sus bellas y complicadas tallas.

Sin embargo, hoy en día la azabachería -pese a haber crecido de forma notable la demanda de piezas- atraviesa momentos difíciles que pueden abocarla a su definitiva desaparición. La escasez de materia prima, la inexistencia de auténticos azabacheros -tallistas y pulidoras, principalmente- y las muchas imitaciones y falsificaciones que han surgido en torno a ella, están poniendo en peligro este tipo de artesanía milenaria cuya cuna hay que buscarla precisamente en Asturias. Porque es aquí, en la hoy conocida como 'Costa de los Dinosaurios', la que discurre entre Gijón y Colunga, de donde ha salido la mayor parte del llamado azabache bueno o superior, cuya duración se dice que es eterna.

Según el investigador Valentín Monte Carreño, autor del libro "El azabache. Piedra mágica, joya, emblema jacobeo"

de reciente aparición, fueron los árabes quienes principalmente potenciaron sus cualidades como talismán. «Esta consideración de piedra de virtud -dice- pasó a formar parte de la España cristina y la propia Iglesia consideró al azabache material provechoso, más aún si estaba labrado con determinadas formas, excepto la higa ('cigua'), considerada abominable por su origen pagano».

Sus poderes

Numerosos autores destacaron su importancia. Llegaron a decir que fijando la mirada en esta mágica piedra se evitaban las cataratas, aunque siempre «con la ayuda de Dios». También que ahuyentaba la mirada del basilisco (animal fabuloso que mataba con la vista) o que mitigaba las sofocaciones o ahogamientos de la madre. O que daba a conocer la epilepsia y la virginidad mediante los sahumerios o baños de humo. E, incluso, que tenía poderes curativos disuelto en pequeñas cantidades de vino blanco.

Monte Carreño se basa en recientes estudios realizados por la Universidad de Oviedo para sostener que el azabache asturiano -el primer antecedente es de hace 18.000 años- procede de una familia de árboles jurásicos (la de las protopináceas) extinguida hace 65 millones de años. Por ese motivo se le considera una «madera fosilizada que sigue conservando, observada al microscopio, su estructura vegetal».

En el mundo antiguo, al azabache se le llamó 'succinum nigrum' y se le equiparó al ámbar o succino. También 'lapis gagates', según Plinio y San Isidoro, como «piedra negra, plana y suave que arde aplicada al fuego», cuya procedencia se situó en Licia (Turquía), donde fue arrojada a la orilla por el río Gagas.

Origen árabe

El nombre español 'azabache' es de origen árabe. En Asturias se le llama 'acebache' o 'azebache'; en Galicia, 'acebiche' o 'acibeche'; en Cataluña, 'gaieta' o 'atzabeja', y en Aragón, 'azabaya'.

Para Valentín Monte Carreño, el Principado ha sido el mayor suministrador de azabache en bruto a lo largo de los siglos. Los mayores depósitos se concentraron en explotaciones de la zona costera que va desde Gijón a Colunga, «terreno jurásico con abundantes muestras de la fauna y la flora de esta era».

Gracias a sus estudios se sabe que existen tres tipos de azabache: el superior o bueno, de muy difícil extracción; el regular o intermedio, con vetas o impurezas, como arenisca, carbonato o pirita, y el malo o carbón, que apenas sirve para nada porque se resquebraja al secar.

Por lo general, el de mayor calidad se concentró en el concejo de Villaviciosa, concretamente en la comarca de La Marina, que va desde Quintueles hasta Oles, aunque igualmente conocieron la minería del azabache algunas zonas de Gijón (La Providencia y Cabueñes), Colunga (cerca de Lastres), Caravia, Carreño y Peñamellera. Su extracción, sumamente difícil, pues se hace en galerías de espaldas al mar, tumbado, cavando un agujero mínimo, con una piqueta, un candil y un saco para guardar lo extraído, dejó de efectuarse al modo tradicional hace unos doce o quince años, cuando se jubiló el último minero en activo.

Escombreras

«Hoy en día -apunta Monte Carreño-, el material de que disponen los artesanos procede, prácticamente de modo exclusivo, de algunas escombreras».

Las herramientas utilizadas por los artesanos tradicionales para el acabado de este azabache tan bello como escaso solían ser las navajas barberas, las ballestas, el dedal metálico, la piedra de afilar, las piedras de grano, la lija y las limas, en la talla, y un trozo de cuero con carbón vegetal diluido en agua y otro de fieltro impregnado en rojo inglés diluido en alcohol, en el pulido.

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